La música no viene del audífono, es como si surgiera de mí mismo,
soy mi oyente,
espacio puro en el que late el ritmo
y urde la melodía su progresiva telaraña en pleno
centro de la gruta negra.
JULIO CORTAZAR. Para escuchar con audífonos
Así como los truenos, las trompetas y el viento, desde hace un par de años esta ha sido la historia o el "echar a andar" desde diversos marcos de experiencia y proyectos, constantemente re-inventándonos y re-constituyéndonos en torno a la palabra, la armonía y el ritmo (o quizás en algunos casos, la carencia de ellos). Casi como si en aquellos momentos iniciales, no éramos tan solo nosotros, si no ya nos precedía una voz sin nombre desde hace tiempo; el comprender la poesía, la música y la filosofía como un todo, que en su propia contradicción constante se entremezcla hacía lógicas que la mayoría de las veces ni siquiera en nuestros casos han sido preconcebidas. La capacidad de comunicar como posibilidad, como la determinación del poder generar otro discurso, un lenguaje propio. Un ser-por-venir en terrenos no tan solo distintos, si no más bien antagónicos a la lógica de la industria musical propia del modo de producción moderno. La independencia musical y el proyecto discursivo como un desafío en permanente construcción, en donde no hay distinción entre artistas y espectadores, sino más bien muchas manos y muchas voces construyendo señas al ritmo del desazón y el son, siendo transportados mucho más allá de toda suerte de inicio o final.
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